No siempre las historias en que actuamos huelen a pan casero ni
tienen el sosiego de un ocaso ni llevan la tibieza de unos leños crepitando sus horas inconclusas.
Son más los
sueños que fueron al destierro los instantes cargados de navajas las palabras vencidas que la fecundidad de nuestra
risa.
En tanto la pendiente nos obliga a seguir intentando esquivar cada piedra o rodar hasta el fondo de
las voces calladas.
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