Los párpados del día me descubren
de pie sobre mis ruinas más cercanas,
renegando de sombras y cenizas
y de voces signadas por costumbre.
Cargando el compromiso de mis ojos,
me pueden encontrar seguramente
mezclado entre la gente sin encierro,
queriendo articular gestos afines
del mínimo universo que diviso.
Con mi sentir ajeno al imposible,
aun flotando la duda en mi esperanza,
empujo cada paso a la intemperie
sacudiendo el ayer de las esperas.
Si la vida que estamos aguardando
comienza a cada instante su trayecto,
hay que arrojar la escoria, los lamentos,
desterrar los candados y tutearnos
con el cielo, las alas y el deseo.