Llueve abrumadoramente y no parece
querer limpiar el cielo en esta tarde,
relámpagos y truenos en concierto
renuevan la tormenta a cada instante.
Me acerco a la ventana, veo la gente,
hoy todos son gorriones pretendiendo
algún rincón propicio ajeno al tiempo.
No procuro pensar y la recuerdo.
Es que a ella no le gustan estos días,
le arrebatan la calma, le dislocan
la habitual placidez con que me mira.
Seguramente querría que la abrace
y abrazarme diciendo como siempre:
¡Vaya día! ... Por suerte estamos juntos.