No hay muralla que evite
el curso de una lágrima
ni exilio permanente
a los pasos en falso.
Siempre queda una espina
para encontrarle al tiempo,
que rasguña lo sano
o complica lo enfermo.
Por eso es que me aferro
a los buenos momentos
(cuando me toca el turno
en la rueda que integro.)
con la ilusa esperanza
de volverlos eternos,
los encierro en mi mente
haciéndolos recuerdos.
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