La mirada arrugada
como un bollito de papel
y el alma
(cuaderno de bitácora sin brújula)
empapada de tantas
voces vanas.
Murmura incoherencias
y un nombre -Carmen-
que cada tanto vuelve
a florecer entre sus labios secos.
Yo creo que conoce cada piedra,
cada mata de pasto de esta plaza.
En ella, los gorriones, las calandrias,
se acercan a su banco
y le conversan
y él parece entender esas palabras.