Basta observarlos,
para entender
cuan breve puede ser
una esperanza,
que profunda la angustia
y como el tiempo pasa
de caricia a verdugo,
por cierto pestañear
del destino escondido.
Gestos mezclados
en una pasarela entristecida
con la mirada hundida en algún punto,
maltrecho de insistencias sin respuestas.
Cada tanto un murmullo,
un aliento, un desgarro,
para después, de nuevo,
dar albergue al silencio,
que se arruga en las almas
hasta otro abrir de puertas.
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